Esta semana he acudido a una
concentración de protesta contra la guerra en Siria. Cuando caminaba por el
centro de la ciudad en dirección a la plaza, lugar donde comenzaba el acto, me
encontré con multitudes de personas, unas simplemente paseando, otras volviendo
de sus trabajos o realizando actividades laborales.
Sin embargo, cuando llegué al punto de
encuentro, me di de bruces con la realidad: apenas unas decenas de personas
seguían el llamamiento entusiasta de un movimiento ciudadano que se había
movilizado por una causa que entendían justa.
Volvamos a tirar de tópicos, cuando
decimos que vivimos en una sociedad insensibilizada. Que las tragedias apenas
nos conmueven. Que pasan a nuestro lado pero que seguimos teniendo otras
prioridades….
En estas divagaciones andaba con algunos
de los asistentes, cuando caí en la cuenta de la importancia de que se sigan
celebrando acciones de este calado. Y más en una cultura de redes como en la
que nos desenvolvemos.
Es fundamental la presencia física ( sin
la cual la acción no existe) pero no lo es menos la divulgación. Hoy se está en
la red. Se vive dentro. A los pocos segundos circulaba un vídeo con la
reivindicación. Habíamos pasado de ser unos pocos apasionados por las
cuestiones sociales a ser centenares, pronto miles, de seguidores que pudieron
comprobar como, en una ciudad de provincias, se protestaba contra la guerra.
Algo similar nos sucede con la mayoría de
los actos culturales que se desarrollan. Ya no se hacen para los asistentes
físicos, sino para los virtuales. Para aquellos que están dejando de consumir
televisión o prensa escrita y siguen las noticias, se divierten, escuchan
música…. a través de internet.
Por eso mi acalorada felicitación a los
organizadores. Sin el inicio de la acción no se puede llegar a la difusión.
Hay, por consiguiente, que estar.
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