Como buena parte de los lectores
conocerán, la Fundación Francisco Franco ha premiado recientemente a un
diputado autonómico del PP en Extremadura junto a dos alcaldes, entre ellos, el
de Guadiana, en la provincia de Badajoz, entre otras cuestiones, por la defensa
de los valores del franquismo.
Este hecho que ha provocado que corran
ríos de tinta en los medios de comunicación y miles de comentarios en las
redes, tiene una consecuencia, sin duda positiva. De creerlos, habríamos conseguido
que los dirigentes del PP reafirmen sus convicciones democráticas.
Tras unas patéticas disculpas, se ha
pasado por varias fases. En un primer momento, sin querer darle importancia al
caso, se aludía al carácter personal de su presencia en el ofensivo cónclave.
Cuando salen a la luz sus declaraciones de exaltación del franquismo, se
apresuran a retirarlas de la página web de la Fundación, posiblemente no
avergonzados, sino temerosos de las posibles consecuencias para su continuidad
en la política activa.
Pero hete aquí que cual conversos, salen
las élites de la derecha extremeña, a condenar, en voz baja, este tipo de
actitudes, a anunciar investigaciones de lo ocurrido y a discutir en sus
órganos correspondientes, si merecía, o no, algún tipo de sanción.
Todo ello aderezado de unos golpes en el
pecho alegando su condena a la Dictadura, su respeto a la libertad y a la
Democracia…. que si se extendiera a todo el PP podríamos considerarnos
afortunados.
Pero no cuestionan que exista legalmente
esta Fundación o que reciba subvenciones. Se limitan a desviar la atención
aludiendo al presunto apoyo de algunos a otros dictadores o a otros regímenes
totalitarios o autoritarios. Sin embargo, eso sería tema de otro artículo.
Ahora el debate está en si el PP consiente, autoriza, condena, sanciona,
culpabiliza,… que dirigentes de su formación exalten la figura de un personaje
que tiñó de negro ( y de rojo) la vida de sus compatriotas. Y no fue un
acontecimiento puntual. El sufrimiento y la tragedia duró casi 4 décadas. Y los
vestigios continúan. No los entronicemos, ensalcemos ni nos vanagloriemos de
ellos. Bajo la mirada escrutadora de la Historia es donde deberían estar.
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