Como cada año, en las últimas semanas de enero,
los socialistas nos reunimos en El Casar de Cáceres para recordar a algunos de
nuestros compañeros asesinados en la guerra civil por los franquistas. Insisto
en este último detalle, pues como hemos señalado en muchas otras ocasiones, no
son “ muertos de guerra”. No fallecieron en combate. Fueron vilmente arrojados
a una fosa común por un sólo, reitero, un sólo, delito: pensar de manera
diferente.
Esta es la clave que nos une con la actualidad
más trepidante. Lo que nos caracteriza a los socialistas, a los progresistas, a
la gente de izquierdas, es que somos un partido formado por gente que está
habituada a debatir. Y a discrepar. Y a opinar de forma diferente. Así lo hemos
hecho a lo largo de nuestra centenaria
historia.
Cuando alguien
ha pretendido cercenar este derecho se ha topado con el muro de la
hostilidad de los que hemos construido un espacio abierto a la libertad. Al
poder sentirte sin presiones. A poder expresar tu visión de las cosas. A asumir
que te puedes equivocar y no pasa nada. A aceptar ser convencido cuando no eres
capaz de ser convincente.
De este modo el ensimismamiento en la
pretenciosa frase de “ conmigo o contra mí”, únicamente conduce a reclutar un
ejército silente de seguidores que actúan en las redes vomitando consignas, en
lugar de principios.
Y aquí hemos llegado, la unidad, la prudencia,
el diálogo… son posibles cuando se tiene firmeza en las convicciones. Cuando se
tiene claro de dónde se viene y a dónde te gustaría ir.
Así, rememorando las rosas al agua que lanzamos
el sábado pasado en Casar de Cáceres, coloquemos en el frontal de nuestra mesa
de negociaciones, de nuestro espacio de encuentro con los demás, la ideología.
Sí, aquello que nos ha hecho lo que somos. Aquello que ha creado nuestra
bandera: la igualdad.
Y ahora trátense de buscar elementos que
conduzcan hacia ella. Seguro que habrá muchas coincidencias. Ellos hace casi un
siglo lo intentaron. Lo hicieron posible durante un escaso tiempo. Hasta que,
una vez más, el torrente de la intolerancia dijo basta.
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