Si uno quiere luchar contra la
insensibilidad, vacunarse contra la rutina, rebelarse contra la impotencia o el
conformismo, debe, pese a que a veces parezca predicar en el desierto, insistir
en denunciar las injusticias.
Para ello hay que saber aprovechar las
cualidades y los altavoces de los que te puedes rodear. En mi caso, la
escritura, juntar letras como dirían algunos, me sirve de bálsamo para
trasladar a la opinión pública, mensajes que, insisto, aunque sean reiterados,
siempre serán precisos, oportunos y necesarios.
El caso que nos ocupa hoy es el abandono
de la pretenciosa Europa hacia nuestros semejantes que fluyen de otras partes
del mundo. Rodeadas nuestras costas por un mar, el Mediterráneo, que tanta
riqueza nos ha proporcionado y que en tantas ocasiones nos ha servido para
compartir, intercambiar, aprender…. asistimos impasibles, la mayoría de las
ocasiones, al abandono en sus playas de cadáveres cada vez más numerosos y de
todas las características sociales, económicas, de género, edad, raza,
religión…
Tanto presumir de respetar los Derechos
Humanos y ponemos el grito en el cielo ante esta anunciada “invasión”. Y digo
anunciada porque, como todo el mundo debe conocer, a diferencia de otras épocas
de nuestra Historia, la llegada, más bien la huida, de estos miles de personas
viene motivada fundamentalmente por la amenaza de supervivencia en sus lugares
de origen.
Debatimos sobre cómo conceptuarlos:
inmigrantes, refugiados, asiliados…. Cierto es que cada grupo puede tener una
connotación diferente a la hora de poder atenderlos y darles una respuesta
digna, pero no lo es menos que, salvo raras excepciones, vienen caracterizados
por un denominador común: la necesidad de ayuda.
Esta puerta de Europa ha hecho que nos
acostumbremos a unas imágenes que deterioran el sentido del clásico mare
nostrum: hubo un tiempo en que la gente se movía, se mezclaba, se instalaba, se
acogía y entre todos generaron una cultura. Ahora estamos ante un nuevo reto,
una nueva etapa o ciclo de la Historia: la diversidad en todos los sentidos.
Mientras no lo entendamos, no habrá
eximentes que perturben esta mirada al futuro. Sólo en nuestras manos está en
hacerlo más fácil, colaborativo y sobre todo, pacífico.
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