Inmersos
en la campaña electoral y al margen de los mensajes, las propuestas, las
iniciativas, ataques, defensas, toques de elegancia, salidas de tono… parece
claro que muchos quieren llevarnos hacia el debate de las fuerzas denominadas (
ya no lo son tanto) “emergentes”.
Parece
también claro que esos mismos sectores están empeñados en diluir lo que ellos
llamaban la vieja política en beneficio de eso tan intangible como es la
“nueva”. Quieren aportar centralidad, dicen, pero en política el centro,
físicamente hablando, no existe.
Tenemos
la izquierda (bajo la hegemonía del PSOE) y la derecha (bajo el amparo del PP).
El resto de partidos se sitúan ideológicamente a la izquierda o a la derecha de
ambos. Al igual que, si nos esforzamos, nos percataremos de que los dos
partidos actualmente de gobierno tienen en su interior muchas actitudes y
comportamientos que les hacen escorarse
hacia un lado y otro del espectro.
Lo
que, también parece claro es que algunos de los denominados nuevos partidos
tienen la intención de ser catedráticos antes de terminar el bachillerato. Y lo
que debe suceder es, al igual que hizo el PSOE en su centenaria historia, es
que vayan ocupando, con más o menos prisa su lugar en el peso específico que se
tiene dentro del tablero parlamentario.
Otra
cuestión a valorar es que de todos los partidos que se presentan a estas
elecciones, sólo hay uno, el PSOE, que no ha cambiado ni de siglas ni de
símbolos. Nos hemos presentado a todos los comicios en democracia con nuestros
colores: el rojo, el puño y la rosa. Nuestra ideología de izquierdas. Y el
orgullo de la Historia que nos cobija.
No
es necesario recordar que somos los responsables de muchas de las cosas buenas
que han pasado en España: desde la universalización de la educación a la
sanidad hasta la proliferación de leyes sociales que han marcado a las
generaciones contemporáneas, como son la de la Dependencia o la de Violencia de
Género. Ahora el reto es poder restituir los derechos que lamentablemente se
han ido perdiendo en estos cuatro últimos años de infausta memoria.
Nadie
duda que nos encontramos ante una época llena de cambios. Nadie duda tampoco
que la firmeza en las ideas, la confianza en un equipo, la credibilidad que da
el hacer las cosas más complicadas en los momentos más difíciles, hace que
estemos ante un nuevo paradigma: un cambio de época.
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