Es
un tema muy frecuente apelar a que el nuevo Gobierno, una vez instalado en el
Poder, se dedica con prioridad a lo que el principal partido de la oposición,
machaconamente repite como un mantra, “ borrar huellas”.
Se
quiere hacer alusión a que la máxima preocupación es hacer olvidar a la
ciudadanía su pretérita acción de Gobierno. Se quieren aprovechar de que aún la
memoria de la gente es reciente.
En
mi opinión, se debe tratar de hacer justamente lo contrario. Pongamos un
ejemplo: se acaban de cumplir los 100 días de gobierno por parte del PSOE en
Extremadura. Se han emprendido campañas de información de lo realizado. Se
convoca a los medios de comunicación y se les hace hincapié en todas las
medidas prometidas puestas en marcha. Hasta ahí todo muy bien.
Sin
embargo yo añadiría mi deseo de no borrar las huellas de lo que la derecha ha
hecho estos 4 años en la región. Yo recordaría a los extremeños lo mal que lo
han pasado. Yo haría un repaso por todas las áreas donde el daño producido va a
ser difícilmente reparable. Y en eso sí estaremos de acuerdo: no hay que borrar
las huellas del pasado. Para avanzar hay que dar a conocer a todo el mundo que
otra política es posible. Que la gestión de lo público es inmensamente mejorable.
Que hay multitud de evidencias en la educación, en la sanidad y en las
políticas sociales, fundamentalmente, donde es inminente provocar medidas
correctoras.
Hay,
por lo tanto, que rectificar el rumbo emprendido. Volver a recuperar la ilusión
y la sonrisa de la gente. Volver a hacer mover la foto fija en la que se había
detenido nuestra Comunidad.
Como
he escuchado recientemente, no se empeñen, señorías del PP, en enfrentar a los
pobres contra los pobres. La visión del mundo progresista precisamente consiste
en aminorar los desequilibrios para que los sectores de la sociedad más
menesterosos puedan, día a día y no ocasionalmente, tener las mismas
oportunidades (los derechos lo damos por
supuesto) que el resto.
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