En
unas semanas estaremos inmersos en el debate de los Presupuestos de la
Comunidad. Ya lo estamos con los del Gobierno de la Nación. Por esa razón
escucharemos, una y otra vez, argumentaciones y contra argumentaciones sobre
cómo un mundo mejor es posible. Por esa razón se volverá a hablar de herencias.
Por esa razón se hablará de futuro. Y por esa razón, la ciudadanía nos
agradecerá que fundamentalmente seamos realistas. Que lo que propongamos, lo
hagamos.
Son
momentos de traer a colación, sin que nadie nos acuse de llorar, que estamos
ante una región, como bien han indicado distintos portavoces socialistas,
quebrada y rota. Que tenemos delante de nosotros una Extremadura de infinitas
posibilidades pero necesitada de recomponer. Que pese a que algunos les duela,
estamos haciendo desproporcionados esfuerzos por volver a la normalidad.
Y
no consiste en hacer desaparecer el pasado. En eliminar lo bien hecho y
sustituirlo por lo nuevo. Se trata de
procurar, en primer lugar, de cumplir las promesas. Para eso nos han votado. No
es necesario que insistamos que los programas electorales tienen que
convertirse, necesariamente, en contratos ante los vecinos de pueblos y
ciudades.
Por
otra parte y aunque a muchos no les guste escuchar, a veces tenemos que hacer
realidad la solidaridad entre los
distintos estratos sociales. No debe ser demagógico poner en evidencia que
deben aportar más los que más tienen. No tiene que sorprendernos que el sistema
impositivo se basa la sostenibilidad de servicios tan imprescindibles como la
sanidad, la educación y la dependencia.
Cierto
es que los progresistas siempre hemos valorado mucho el papel del Estado en la
economía. Sirve para compensar desequilibrios. Sirve para poder sobrevivir ante
el egoísmo individual de los más fuertes o de los más desmemoriados. Sirve, en
definitiva, para hacernos comprender que términos como redistribución y
compensación son algo más que acepciones en el diccionario.
Por
último, y no menos importante, no se
puede obviar para aquellos que pregonan la importancia del liberalismo en la
economía y por lo tanto, minusvaloran el papel de lo colectivo frente a lo
individual, que el Estado ha gastado ingentes energías en formar funcionarios,
en construir escuelas y hospitales, en poner en marcha una red cada vez mejor
de infraestructuras viarias…. Sería el momento en que les devolvamos algo a los
demás.
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