La escritora Eliane Brum utiliza una
expresión con la que estoy muy de acuerdo: el acercamiento social con
aislamiento físico puede enseñarnos que dependemos unos de otros.
Sin ánimo de ser redundante, durante
estos últimos meses hemos repetido una y otra vez una serie de valores de los
que, entendemos, estamos aprendiendo, y a la vez, aplaudiendo, que nos deja la
terrible experiencia vital a la que asistimos con motivo de la pandemia.
El hecho de estar confinados, de tener
limitaciones muy serias con respecto a nuestra libertad de movimientos y de
relaciones sociales y laborales, ha permitido despertar en nosotros otro tipo
de actitudes que, en realidad, no debieron ser nunca flor de un día.
El preocuparnos por los más débiles, el
intensificar redes de cooperación como las que se han organizado
espléndidamente en nuestras ciudades, viene a significar que, ni siquiera lo
que, en otros artículos hemos dado en denominar “soledad voluntaria”, es una
opción.
Frente al liberalismo individualista
preocupado por teorías darwinistas de la supervivencia de los más fuertes,
contraponemos las doctrinas socialdemócratas, en las que la intervención del
Estado, de lo colectivo, de lo público, hacen conjugar la complementariedad
entre libertad e igualdad.
Así pues, dependencia como sinónimo de
necesidad. De proximidad, De cercanía. De empatía. En definitiva, de
conocimiento de los demás.
Una nueva forma de vida nos espera, al
menos a medio plazo. Sepamos compartir el respeto por las normas que entre
todos hemos contribuido a elaborar, con la preeminencia de nuestros gustos,
inquietudes, deseos…
El tiempo nos dirá que con la fuerza de
la costumbre, la adaptación a una sociedad en perpetuo cambio y el impulso por
salir adelante, tendremos un nuevo marco en el que, paulatinamente,
celebraremos cada conquista arrebatada al cierre de expectativas, como un
agradable resurgir dejando atrás la peor de nuestras pesadillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario