Ahora
que se cumplen 35 años de la aprobación del Estatuto de Autonomía es un buen
momento para echar la vista atrás. Para comprobar cuánto hemos cambiado. Para
comparar entre el antes y el después. Para dotar de contenido al concepto
“progreso”. Todo esto nos lo enseña la Historia: presentar con datos objetivos
el análisis de una realidad.
Una
realidad trufada de sentimientos. De asunción de competencias. De
descentralización. Una realidad donde nuestros responsables públicos, en este
caso los diputados autonómicos y las instituciones, se encuentran próximas a
los administrados.
Una
norma general que necesita, como todas, actualización con el devenir de los
tiempos ( no obstante en nuestro caso ya lo ha sido varias veces). Una norma
que nos ha permitido presentar un balance legislativo que hace posible guiar
una parte sustancial de nuestras actuaciones cotidianas.
Por
eso, y como muy acertadamente resaltaba la Presidenta de la Asamblea de
Extremadura, Blanca Martín Delgado, desde la aprobación del Estatuto de
Autonomía, en nuestra región se ha conseguido que las dos provincias se miren
cara a cara. Hasta la fecha, era habitual que se dieran la espalda o que una
pusiera su punto de atención en Salamanca y la otra en Sevilla.
En
estos momentos, si por algo nos caracterizamos con respecto al resto del
Estado, es por estar dotados de una enorme estabilidad política dentro de un
espectro de gran normalidad democrática.
No
quisiera dejar pasar la ocasión para citar, dentro del numeroso elenco de
actividades que se van a desarrollar en las próximas semanas, el sencillo pero
importante acto que hemos vivido, precisamente en el antiguo Hemiciclo: la
presentación de una edición del Estatuto elaborado por Plena Inclusión y
adaptado a la lectura fácil. Excepcional iniciativa de gran significado docente
y una forma muy expresiva de conmemorar un aniversario con utilidad.
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